En 1952, para prevenir que personas descuidadas rompieran artículos en una tienda, el dueño de un local en Miami Beach colocó un cartel que decía: «Lo rompes, lo pagas». Esta frase pegadiza era una advertencia para los clientes. Ahora, también se puede ver en muchas boutiques.
Irónicamente, un cartel diferente se puede poner en la tienda de un alfarero. Diría: «Si lo rompes, lo convertiremos en algo mejor». Esto es exactamente lo que revela Jeremías 18.
Jeremías visita la casa de un alfarero y ve que este moldea con sus manos el barro que «se echó a perder», trabajando cuidadosamente el material para hacerlo «otra vasija» (v. 4). El profeta nos recuerda que Dios es en verdad un alfarero talentoso y que nosotros somos el barro. En su soberanía, Él puede usar lo que crea para destruir el mal y hacernos hermosos.
Dios puede moldearnos aunque estemos estropeados o rotos. Como el Maestro alfarero, puede y está dispuesto a crear una vasija nueva y preciosa con nuestras piezas quebradas. No nos considera un material descartable, sino que toma las piezas y las moldea de la mejor manera.
Aun en nuestro quebrantamiento, tenemos un valor inmenso para nuestro Alfarero maestro. En sus manos, puede convertir nuestra vida en una vasija hermosa y útil para su servicio (v. 4).