En un pequeño pueblo en los Estados Unidos, la violencia doméstica constituye el 40% de los delitos. Según un pastor local, el tema suele ocultarse entre los creyentes porque es incómodo hablar de eso. Entonces, en lugar de esquivar el problema, los líderes de las iglesias decidieron abordar valientemente el asunto, ofreciendo clases para reconocer las señales de la violencia y apoyar a organizaciones que trabajan en ese tema. Un pastor dijo: «Nuestras oraciones y compasión, junto con un apoyo tangible, pueden marcar una diferencia importante».
Cuando Ester, la reina de Persia, vaciló de hablar en contra de una ley que autorizaba el genocidio de su pueblo, su tío le advirtió que, si se quedaba callada, ni ella ni su familia escaparían de la muerte (Ester 4:13-14). Sabiendo que era el momento de ser valiente y hablar, Mardoqueo preguntó: «¿quién sabe si para esta hora has llegado al reino?» (v. 14). Ya sea que seamos llamados a hablar en contra de la injusticia o a perdonar a quien nos ha causado daño, la Biblia nos asegura que Dios nunca nos dejará ni nos abandonará (Hebreos 13:5-6). Cuando buscamos a Dios por ayuda en momentos intimidantes, Él nos dará «poder, […] amor y […] dominio propio» para realizar nuestra tarea (2 Timoteo 1:7).