¡Para mí, el árbol de Navidad parecía estar envuelto en llamas! No por las luces artificiales, sino por un fuego real. Nuestra familia fue invitada a participar de una antigua tradición alemana (altdeutsche) en la casa de unos amigos; una celebración que incluye postres deliciosos tradicionales y un árbol con velas reales encendidas. (Por seguridad, el árbol recién cortado se encendía una noche solamente).

Mientras miraba el árbol que parecía quemarse, pensé en el encuentro de Moisés con Dios en la zarza ardiente. Mientras pastoreaba las ovejas, a Moisés lo sorprendió un arbusto que ardía pero que no se consumía con las llamas. Al acercarse a investigar, Dios lo llamó. El mensaje desde la zarza no era de juicio sino de rescate para el pueblo de Israel. Dios había visto la situación agobiante y la tristeza de su pueblo esclavo en Egipto, y había «descendido para bibliotecalos» (Éxodo 3:8).

Así como con los israelitas, toda la humanidad necesita ser rescatada; no solo del sufrimiento fisico sino tambien de los efectos del mal y de la muerte que entro en este mundo. Cientos de años después, Dios respondió enviando a la Luz, su Hijo Jesús (Juan 1:9-10), no «para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (3:17).

De: Lisa M. Samra