Hace unos años, un hombre caminaba una cuadra delante de mí, con los brazos llenos de paquetes. De pronto, tropezó y se le cayó todo. Una pareja lo ayudó a pararse ya juntar las cosas. Pero dejó algo: su billetera. La levanté y corrí, siguiendo al desconocido y esperando devolverle ese importante artículo. Grité: «¡Señor, señor!», hasta que capté su atención. Se dio vuelta justo cuando lo alcanzó. Nunca olvidaré su expresión de sorpresa, alivio e inmensa gratitud cuando le di la billetera.

Lo que empezó como una simple caminata terminó en una persecución. La palabra «seguirán» se usa en el último versículo del Salmo 23: «Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida» (v. 6). Aunque este término es apropiado, la palabra hebrea que se usa es aún más enérgica. Literalmente, significa «perseguir», muy similar a cómo persigue un depredador a su presa (piensa en un zorro persiguiendo una oveja).

El bien y la misericordia de Dios no nos siguen simplemente a paso lento, sin mayor apuro; como una mascota podria seguirte tranquila hasta tu casa. No, «ciertamente» estamos siendo perseguidos con una intención. Parecido a seguir a alguien para devolverle la billetera, somos perseguidos por el buen Pastor que nos ama con amor eterno (vv. 1, 6).

De: James Banks