Jack sabía cómo subirse a los trenes. En nueve años de trabajo, nunca se le escapó un cambio de vías cuando las locomotoras se acercaban a la estación, indicando con sus silbatos la dirección que debería tomar.

Jack era también un babuino. Lo cuidaba el guardavía de la estación, James Wide, ya su vez, Jack cuidaba a James. Wide había perdido las piernas en una caída entre vagones en movimiento. Entrenó a Jack para que lo ayudara en la casa, y pronto, el babuino comenzó a ayudar tirando de las palancas para el cambio de vías.

La Biblia habla de otro animal que ayudó a alguien de forma sorprendente: la burra de Balaam. Balaam era un profeta pagano que servía a un rey que quería dañar a Israel. Mientras Balaam iba montado a la burra, camino a ayudar al rey, «el Señor abrió la boca al asna, la cual [habló] a Balaam» (Números 22:28). Su discurso fue parte de la manera en que Dios «abrió los ojos de Balaam» (v. 31), le detectaron un peligro inminente e impidió que dañara a su pueblo.

¿Un babuino ferroviario? ¿Una burra que habla? ¿Por qué no? Si Dios puede usar estos animales para sus propósitos, no es descabellado que pueda usarnos a ti ya mí también. Al mirarlo y buscar su fortaleza, podemos lograr más de lo que jamás creímos posible.

De: James Banks