Tenía programado un examen médico, y aunque no había tenido problemas de salud recientes, le temía a la consulta. Me atormentaba el recuerdo de un diagnóstico inesperado de hacía años. Aunque sabía que Dios estaba conmigo y que debía confiar en Él, también tenía miedo.
Me decepcionó mi temor y mi falta de fe. Si Dios siempre está conmigo, ¿por qué estaba tan ansiosa? Entonces, una mañana, creo que Él me guió a la historia de Gedeón.
Llamado «esforzado y valiente» (Jueces 6:12), le temía a su tarea de atacar a los madianitas. Aunque Dios le había prometido estar con él y triunfar, Gedeón siguió buscando varias confirmaciones (vv. 16-23, 36-40). No obstante, Dios no lo condenó por su temor sino que lo entendió. La noche del ataque, le volvió a asegurar que triunfaría; incluso de una manera que calmara sus miedos (7:10-11).
Dios también entendió mi temor y me dio la valentía de confiar en Él. Experimenté su paz, sabiendo que estaba conmigo sin importar el resultado. Al final, mi examen salió bien.
Tenemos un Dios que entiende nuestros miedos, y nos tranquiliza con las Escrituras y el Espíritu Santo (Salmo 23:4; Juan 14:16-17). Adorémoslo con gratitud, como lo hizo Gedeón (Jueces 7:15).