El video de Navidad de los Barker fue perfecto. Tres pastores en sus mantos (los hijos jóvenes) rodeaban una fogata en un campo. De pronto, un ángel bajó de una colina: la hermana mayor, que lucía resplandeciente, excepto por sus zapatillas deportivas rosa. Mientras la música aumentaba, los pastores miraban asombrados al cielo. Un sendero por el campo los llevó hasta un granero moderno con un bebé real: el hermanito. Allí, la hermana mayor hizo de María.
La «función extra» fue cuando el padre nos dejó mirar detrás de escena. Los niños chillaban: «Tengo frío», «tengo que ir al baño», «quiero ir a casa». «Niños, presten atención», repetía la mamá. La realidad estaba lejos de representar la Navidad perfecta.
Es fácil ver la historia original de Navidad a través de la lente de un final bien editado. Pero la vida de Jesús no tuvo nada de apacible. Un Herodes celoso trato de matarlo en su infancia (Mateo 2:13). María y José lo malinterpretaron (Lucas 2:41-50). El mundo lo odiaba (Juan 7:7); «ni aun sus hermanos creían en él» (7,5). Su misión lo llevó a una muerte horrible. Todo para rescatarnos.
El video terminó con las palabras de Jesús: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14,6). Una realidad con la que si podemos vivir.
De: Tim Gustafson