Una joven cortó un trozo de carne por la mitad antes de ponerla en una asadera grande. Su esposo le preguntó por qué la había cortado. Ella respondió: «Porque así lo hace mi mamá».

Sin embargo, la pregunta despertó su curiosidad, y le preguntó a su madre acerca de la tradición. Le sorprendió enterarse de que su madre cortaba la carne porque la olla que usaba era pequeña. Y como su hija tenia muchas ollas grandes, no hacia falta cortar la carne.

Muchas tradiciones empiezan por necesidad pero se mantienen sin ser cuestionadas y se definen en «la forma en que lo hacemos». Es natural querer aferrarse a tradiciones humanas, algo que los fariseos hacían en su época (Marcos 7:1-2).

Jesús les dijo: «dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres» (v. 8). Reveló que las tradiciones nunca reemplazaron la sabiduría de la Escritura. Un deseo genuino de seguir a Dios (vv. 6-7) se concentrará en la actitud de nuestro corazón.

Es una buena idea evaluar las tradiciones; cualquier cosa que atesoremos en nuestro corazón y sigamos al pie de la letra. Todo lo que Dios ha revelado que es realmente necesario siempre debe sustituir a las tradiciones.