A menudo, me divierten las fiestas no oficiales que la gente se inventa. ¡Incluso hay un día del tragasables! Hoy ha sido etiquetado como el «Día de la humildad». Vale la pena celebrar la humildad, que se considera una virtud en todas partes. Pero es interesante que este no siempre fue el caso.

En el mundo antiguo, que valoraba el honor, la humildad solía requerir una debilidad y no una virtud. Se esperaba que la gente se jactara de sus logros y tratara de mejorar su condición. La humildad implicaba inferioridad, como la de un siervo frente a su amo. Pero los historiadores dicen que esto cambió con la crucifixión de Jesús. Allí, Aquel que era «en forma de Dios» dejó su condición divina para transformarse en «siervo» y «se humillo a sí mismo» para morir por los demás (Filipenses 2:6-8). Este acto digno de alabanza nos obligó a redefinir la humildad. Al final del primer siglo, aun los escritores seculares decían que la humildad era una virtud, por lo que Cristo había hecho.

Cada vez que se alaba a alguien por ser humilde, se predica sutilmente el evangelio. Porque, sin Jesús, la humildad no sería «buena», y un Día de la humildad sería impensable. Cristo renunció a su condición por nosotros, revelando a lo largo de la historia la naturaleza humilde de Dios.

De: Sheridan Voysey