En 2010, George Vujnovich recibió la estrella de bronce por organizar uno de los esfuerzos de rescate más grandes de la Segunda Guerra Mundial. Hijo de inmigrantes serbios a Estados Unidos, se había alistado en el ejército de Estados Unidos. Cuando llegó la noticia de que pilotos estadounidenses derribados estaban siendo protegidos por rebeldes en Yugoslavia, Vujnovich regresó a la tierra de su familia para buscarlos. Los dividió en pequeños grupos y les enseñó a mezclarse con los serbios. Después, fue llevándolos a aviones que esperaban en una pista de aterrizaje en medio del bosque. Así rescató a 512 hombres eufóricos.

David describió la euforia de ser rescatado por Dios de enemigos que lo habían acorralado. Dios «envió desde lo alto y me tomó» —declaró David—, «me sacó de las muchas aguas» (2 Samuel 22:17). El rey Saúl, enfurecido por los celos, lo perseguía y buscaba matarlo. Sin embargo, Dios tenía otros planes. «Me libró de poderoso enemigo, y de los que me aborrecían, aunque eran más fuertes que yo», relató David (v. 18).

Dios rescató a David de Saúl. Rescató a Israel de Egipto. Y en Jesús, Dios vino a rescatarnos a todos. Jesús nos rescata del pecado, del mal y de la muerte. Es más grande que cualquier enemigo poderoso.

De: Winn Collier