«Cada vez que mi abuelo me llevaba a la playa —recuerda Sandra—, se sacaba el reloj y lo guardaba. Un día, le pregunté por qué lo hacía. Él sonrió y contestó: “Porque quiero que sepas cuánto me importa estar contigo. Solo quiero disfrutar de ti y dejar que el tiempo pase”».

Escuché a Sandra compartir ese recuerdo en el funeral de su abuelo. Fue uno de sus recuerdos favoritos de su vida juntos. Al reflexionar sobre cuán valiosos nos hace sentir que otros nos dediquen tiempo, me vinieron a la mente las palabras de las Escrituras sobre el cuidado amoroso de Dios.

Dios siempre tiene tiempo para nosotros. David oró en el Salmo 145: «Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente. Justo es el Señor en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras. Cercano está el Señor» (vv. 16-18).

La bondad y la atención de Dios nos sostienen en todo momento, dándonos aire para respirar y alimento para comer. Por ser rico en amor, el Creador de todas las cosas elabora aun los detalles más intrincados de nuestra existencia.

El amor de Dios es tan profundo e ilimitado que, por su bondad y misericordia, nos abrió en Cristo el camino a la vida eterna en su presencia, como si dijera: «Te amo tanto que solo quiero estar contigo para siempre y dejar que el tiempo pase».

De: James Banks