Las dunas que crecían junto a la ribera del Lago Silver hacían que las casas cercanas corrieran el riesgo de hundirse en la arena. Aunque los residentes trataban de mover los montículos en un esfuerzo por proteger sus hogares, observaban desesperados cómo sus casas bien construidas quedaban sepultadas delante de sus ojos. Cuando un oficial local vio que limpiaban una cabaña recientemente destruida, afirmó que el proceso no podría haberse evitado. Por más que los dueños de las casas intentaran evadir los peligros de estos terraplenes inestables, las dunas no brindaban un cimiento firme.
Jesús sabía que era inútil construir una casa en la arena. Después de advertirles a sus discípulos de los falsos profetas (Mateo 7:15-23), les dijo que todo aquel que escucha la sabiduría de las palabras que Él pronunciaba «y las hace, le [compararía] a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca» (v. 24). Sin embargo, el que las oye y decide no obedecerlas, es «un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena» (v. 26).
Cuando las circunstancias parecen sepultarnos bajo el peso de la aflicción y las preocupaciones, podemos poner nuestra esperanza en Cristo, nuestra Roca. Él nos ayudará a desarrollar una fe resiliente sobre el cimiento inconmovible de su carácter inmutable.
De: Xochitl Dixon