En el proceso de crianza de los hijos, el diálogo juega un papel de primer orden. Los padres y madres deben cumplir con una de las más relevantes y hermosas responsabilidades: transmitir valores, enseñar hábitos, brindar un marco esencial de seguridad, motivación y disciplina e iniciar el proceso básico de educación a sus hijos.
Una comunicación constante y positiva
En el proceso de cuidado, crianza y educación de los hijos, es indispensable una comunicación constante entre padres e hijos. Esta comunicación no solo se realiza con la necesaria y oportuna manifestación verbal. Una adecuada y abundante comunicación propiciará una trasmisión del mensaje y de sus propósitos. Pero la comunicación no verbal, las expresiones que se realizan a través de los detalles, los gestos y del ejemplo, también son transmisores seguros y convenientes.
Existen personas que, por diversas razones (temperamento, hábitos, experiencias de vida, entre otros), son más expresivas y otras más reservadas. Tomando estas características en cuenta, se debe procurar siempre un diálogo periódico, cotidiano, diáfano, que brinde un conocimiento transparente, deseos, expectativas e intenciones de los diversos miembros del hogar. Un diálogo abundante posibilita oportunidades mayores para conocer al otro y comprender sus pensamientos y sentimientos. Hay que considerar que los niños, adolescentes y jóvenes muchas veces prefieren diálogos cortos pero constantes, por lo que hay que cuidar de no recurrir a discursos excesivamente prolongados.
Además, la comunicación debe ser positiva, es decir, utilizando mensajes de afirmación y de motivación. En la crianza y educación de los hijos, la valoración positiva es fundamental, debe dejarse de lado la descalificación, la crítica destructiva, las palabras ofensivas que provienen de mentes y corazones muchas veces resentidos, enojados, amargados y frustrados. Estos aspectos deben ser trabajados y resueltos oportunamente, para que no incidan negativamente en la forma en que los padres se comunican con sus hijos.
Tomar tiempo para escuchar
En muchas ocasiones, los padres y madres entienden y aplican equivocadamente el propósito de la comunicación con sus hijos. Se concentran mucho en la transmisión de sus mensajes, de sus consejos, de sus instrucciones, normas y reglas, aún utilizando muchas palabras motivadoras y positivas. El hablar con los hijos es bueno, pero es fundamental y muy necesario escucharles, tomar tiempo para compartir con ellos, que sepan que los padres están a su alcance para prestarles atención a sus necesidades, requerimientos, preocupaciones, temores y deseos. Por supuesto que un requisito necesario para poder escuchar a los hijos, lo constituye el haber establecido un lazo cercano y de confianza con ellos, para que puedan aproximarse a conversar con naturalidad y apertura.
Aún con hijos reservados y tímidos siempre será muy oportuno establecer espacios para que ellos sientan que pueden contar con padres dispuestos a escucharles y aconsejarles. No se trata de forzar conversaciones, sino más bien de aprovechar los momentos casuales y distendidos para fomentar diálogos armoniosos y provechosos.
Al escuchar a los hijos los padres están en mejores condiciones para apoyar, recomendar y orientar a sus hijos. Saber en realidad qué hay en las mentes y en los corazones de ellos y así se estrecharán más los vínculos familiares.
La importancia de mirar las cosas como las observan los hijos
Siempre será importante tener presente en el diálogo con los hijos, el procurar observar las cosas como ellos las miran, como las captan, como las asumen y entienden.Un error muy frecuente en los padres es tener la expectativa de que los hijos sean y actúen de acuerdo a la realidad tal y como se percibe desde la óptica adulta. Al no cumplirse esta expectativa, muchos padres se molestan, enojan y frustran, y es cuando generalmente se interrumpe el diálogo, se sobreviene la distancia y la incomprensión.
En la crianza y educación de los hijos siempre será más provechoso tratar de ver las cosas con los ojos de los propios hijos, dejar por un momento la rigidez de la propia opinión, de la posición subjetiva, de la interpretación particular de los hechos, y moverse hacia la perspectiva de los hijos. Esta actitud provocará una mejor comprensión y la posibilidad de construir puentes de entendimiento entre padres e hijos.
Así mismo, los hijos verán con este ejemplo de sus padres, una invitación más cercana para que ellos hagan lo mismo y procuren ser más receptivos a lo que sus progenitores les están tratando de transmitir.
Los gritos nunca son herramientas útiles en la educación
Algunos padres y madres recurren a los gritos como una forma de hacer prevalecer su posición, sus reglas o de aplicar la disciplina a sus hijos. Se suele indicar que muchos niños, adolescentes y jóvenes responden únicamente cuando se les llama la atención o cuando se les insiste mediante el tono elevado de la voz o con los gritos de sus padres.
Lamentablemente esta práctica –más común de lo que se supone- no trae ninguna ventaja en el proceso de educación de los hijos. Los gritos únicamente reflejan la frustración y la ira de los padres y su incapacidad para que los hijos respondan favorablemente a lo que están tratando de transmitirles. El proceso educativo debe conllevar paciencia, diálogo, respeto y la incorporación paulatina de habilidades y destrezas para que los hijos respondan como los padres esperan que lo hagan.
Los gritos producirán alejamiento en la relación de padres e hijos, se distanciará el vínculo y se lesionará la confianza y el respeto. Quizás habrá hijos que responden momentáneamente a los gritos por temor, pero se hará a un costo muy elevado del respeto y cercanía con los padres.
De acuerdo con Tania García, experta en educación respetuosa y asesora familiar, educar con gritos, no es más que un sistema fácil y cómodo al que recurren los padres. Señala que “como no tienen otras herramientas, deciden hacer uso de aquello que han conocido cuando ellos eran pequeños, aunque no se sienten bien llevándolo a cabo”. Esta experta agrega que “los perjuicios de educar con gritos a los hijos son múltiples. Los beneficios ninguno… Educar gritando les aporta molestia constante, estrés, problema de concentración, desmotivación, frustración, rabia, baja autoestima, desatención, mal ejemplo (si gritamos, ellos gritarán), y un largo etcétera”.
El diálogo respetuoso, el saber escuchar, el transmitir los mensajes de manera oportuna y adecuada, siempre serán la forma en que los seres humanos aspiran a una mayor comprensión y entendimiento. Ya sea en el ámbito social, comunitario o familiar, la comunicación es fundamental y una conversación abundante, positiva, sin gritos, siempre será una herramienta indispensable en la crianza y educación de los hijos. En la formación y educación de los menores siempre será más efectivo el diálogo amoroso que el grito ofensivo.