Cuando Eagle, el módulo lunar de Apolo 11, aterrizó en el Mar de la Tranquilidad de la luna en 1969, el astronauta Buzz Aldrin, que había recibido permiso para llevar pan y vino para tomar la Santa Cena, fue el primero en consumir alimentos en la luna, después de leer un pasaje de la Escritura. Más adelante, escribió: «En la gravedad de la luna, seis veces menor a la de la Tierra, el vino fue elevándose con lentitud y gracia por el costado de la copa». Mientras Aldrin disfrutaba de esta comunión celestial, sus acciones proclamaron su convicción en el sacrificio de Cristo en la cruz y la garantía de su segunda venida.

El apóstol Pablo nos anima a recordar cómo Jesús se sentó con sus discípulos «la noche que fue entregado» (1 Corintios 11:23). Cristo comparó con el pan su cuerpo pronto a ser sacrificado (v. 24). Declaró que el vino era un símbolo del «nuevo pacto» que garantizaba nuestro perdón y salvación a través de su sangre derramada en la cruz (v. 25). Siempre que tomamos la Cena del Señor, proclamamos nuestra confianza en la realidad del sacrificio de Jesús y nuestra esperanza en su segunda venida (v. 26).

No importa dónde estemos, podemos celebrar con confianza nuestra fe en el único Salvador resucitado y que regresará: Jesucristo.

De: Xochitl Dixon