«¿Qué haremos con todo nuestro tiempo libre?». Este pensamiento era la esencia de un ensayo publicado en 1930 por John Maynard Keynes. Allí, Keynes propuso que, en el transcurso de cien años, los avances tecnológicos y económicos llevarían a los humanos a un punto en el cual trabajaríamos solo tres horas por día y quince horas a la semana.

Ya pasaron más de 90 años desde que Keynes publicó su famoso ensayo. Pero la tecnología, en lugar de crear más tiempo libre, nos ha ocupado más que nunca, y seguimos apurados.

Un incidente asombroso de la vida de David nos muestra cómo permanecer quietos en medio del ajetreo de la vida. Mientras David huía de Saúl (el cual intentaba matarlo), le pidió al rey de Moab: «Yo te ruego que mi padre y mi madre estén con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí» (1 Samuel 22:3, énfasis añadido). David estaba ocupadísimo. Intentaba evitar que Saúl lo asesinara y, al mismo tiempo, quería proveer para su familia. Pero, incluso en medio de su prisa, se tomó el tiempo para esperar en Dios.

Cuando el ritmo frenético de la vida nos arrastra, podemos confiar en Aquel que puede guardarnos en completa paz (Isaías 26:3). Las palabras de David lo resumen bien: «Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón» (Salmo 27:14).

De: James Banks