Era lunes por la mañana, pero mi amigo Chia-ming no estaba en la oficina, sino en su casa, limpiando el baño. Mientras tanto, pensaba: Desempleado durante un mes y sin trabajo a la vista. Su compañía había cerrado por la pandemia de COVID-19 y su futuro lo atemorizaba: Necesito mantener a mi familia. ¿Adónde puedo ir por ayuda?

En el Salmo 121:1, los peregrinos camino a Jerusalén hicieron una pregunta similar sobre adónde ir por ayuda. El viaje hacia la ciudad santa en el monte Sion era largo, empinado y peligroso. Los desafíos que enfrentaron pueden parecerse al difícil periplo que hoy enfrentamos en la vida: andando trabajosamente por el sendero de las enfermedades, los problemas relacionales, las pérdidas, el estrés en el trabajo o —como en el caso de Chia-ming— las dificultades financieras y el desempleo.

Pero podemos cobrar ánimo en la verdad de que el Hacedor mismo del cielo y la tierra nos ayuda (v. 2), guarda nuestra vida (vv. 3, 5, 7-8) y sabe qué necesitamos. El Creador del universo es nuestro «guarda», el que conserva nuestra vida. Estamos bajo su cuidado.

Cuando confiamos en Dios y le obedecemos, podemos mirar hacia adelante con esperanza, sabiendo que estamos dentro de los límites protectores de su sabiduría y amor.