El impala, un miembro de la familia de los antílopes, puede saltar hasta tres metros de altura y nueve metros de largo. Es una hazaña increíble y, sin duda, vital para su supervivencia en la jungla africana. Sin embargo, en muchos recintos de impalas en los zoológicos, verás que estos animales están encerrados en lugares con muros de solo 90 centímetros de alto. ¿Cómo pueden estos muros tan bajos retener estos animales tan atléticos? Porque nunca saltarán a menos que puedan ver dónde aterrizarán. Los muros impiden que los impalas vean lo que está del otro lado.
Los seres humanos no somos muy diferentes. Queremos saber el resultado de una situación antes de avanzar. Sin embargo, la vida de fe raras veces obra de este modo. Al escribirles a los creyentes en Corinto, Pablo les recordó: «por fe andamos, no por vista» (2 Corintios 5:7).
Jesús nos enseñó a orar: «Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10). Pero esto no significa que sabremos anticipadamente lo que Él hará. Vivir por fe significa confiar en los buenos propósitos de Dios aun cuando estos estén envueltos de misterio.
Independientemente de cómo nos desconcierte la vida, «procuramos […] serle agradables» a Dios (2 Corintios 5:9).
De: Bill Crowder