En 1879, los que observaban a William Beal tal vez pensaban que estaba loco. El profesor de botánica llenó 20 botellas de diversas semillas y las enterró. Lo que no sabían era que Beal estaba realizando un experimento de viabilidad de las semillas que se extendería durante años. Cada 20 años, se desenterraba una botella para plantar las semillas y ver cuáles germinaban.

Jesús habló mucho sobre plantar semillas, comparando la siembra con la diseminación de «la palabra» (Marcos 4:15). Enseñó que Satanás arrebata algunas semillas; que otras no tienen profundidad y no echan raíces; y que incluso otras, obstruidas por lo que las rodea, son ahogadas (vv. 15-19). Cuando difundimos la buena noticia, no depende de nosotros qué semillas sobrevivirán. Nuestra tarea es, simplemente, sembrar el evangelio: testificar de Jesús. «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (16:15).

En 2021, se desenterró otra de las botellas de Beal. Los investigadores las plantaron y algunas brotaron, luego de 142 años. Cuando Dios obra a través de nosotros al compartir nuestra fe con otros, no sabemos si la palabra echará raíces ni cuándo lo hará. Lo alentador es saber que, después de muchos años, la buena noticia sea tal vez recibida por alguien y dé fruto (4:20).

De: Kenneth Petersen