Una publicidad de una cadena hotelera mostraba un edificio en medio de una noche oscura. Alrededor no había nada. La única luz que se veía venía de una pequeña lámpara cerca de la puerta en el porche del edificio. La bombilla iluminaba lo suficiente para que un huésped subiera los escalones y entrara. La publicidad terminaba con la frase: «Le dejaremos la luz encendida».
Una luz en un porche es como un letrero de bienvenida, que les recuerda a los viajeros que todavía hay un lugar cómodo donde pueden detenerse y descansar, escapando del viaje agotador y tenebroso.
Jesús dice que la vida de los que creen en Él debe ser como una luz de bienvenida: «Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder» (Mateo 5:14). Como creyentes, tenemos que iluminar a un mundo en tinieblas.
A medida que Él nos dirige y capacita, los demás verán nuestras buenas obras y glorificarán a nuestro Padre que está en los cielos (v. 16). Y al dejar encendida nuestra luz, se sentirán bienvenidos para acercarse a nosotros a fin de aprender más sobre Aquel que es la verdadera luz del mundo: Jesús (Juan 8:12).
¿Has dejado la luz encendida para que Jesús brille a través de ti hoy, y otros puedan verla y comenzar a irradiarla también?