Amanda trabaja como enfermera a domicilio y rota entre varias residencias para ancianos. A menudo, lleva al trabajo a su hija Ruby, de once años. Para pasar el tiempo, Ruby empezó a preguntarles a los residentes: «Si pudieras tener tres cosas, ¿qué pedirías?», y a registrar las respuestas en un cuaderno. Le sorprendió descubrir que la mayoría deseaba cosas pequeñas: salchichas, pastel de chocolate, queso, aguacates. Entonces, Ruby abrió una página de GoFundMe para juntar dinero y cumplir estos deseos sencillos. Y cuando lleva los regalitos, también reparte abrazos. Afirma: «Es algo que te alienta. No hay duda».

Cuando mostramos compasión y bondad como Ruby, reflejamos a nuestro Dios que es «clemente y misericordioso […], y grande en misericordia» (Salmo 145:8). Por eso, el apóstol Pablo nos instó, como pueblo de Dios, a vestirnos «de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia» (Colosenses 3:12).

Pablo sigue diciendo: «Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto» (v. 14). Además, nos recuerda que debemos hacer «todo en el nombre del Señor Jesús» (v. 17), sin olvidar que todo lo bueno viene de Dios. Cuando somos amables con otros, eso nos levanta el ánimo.

De: Alyson Kieda