Al pequeño Solomon, de cuatro años, le diagnosticaron distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad degenerativa. Un año más tarde, los médicos nos recomendaron una silla de ruedas. Pero Solomon protestó porque no quería usarla. Los familiares y amigos oraron por él y juntaron dinero para un perro de servicio entrenado especialmente para ayudarlo y evitar la silla de ruedas mientras sea posible.

Aunque Solomon acepta su tratamiento, y a menudo alaba cantando a Dios, hay días más difíciles. En uno de esos días difíciles, abrazó a su mamá y dijo: «Me alegra que en el cielo no exista esta enfermedad».

Los efectos degenerativos de la enfermedad afectan a todos de este lado de la eternidad. Sin embargo, al igual que Solomon, tenemos una esperanza duradera que puede fortalecer nuestra determinación en esos inevitables días duros. Dios nos da la promesa de «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Apocalipsis 21:1). Nuestro Creador y Sustentador «morará» entre nosotros (v. 3). Enjugará todas las lágrimas de nuestros ojos. «Ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor» (v. 4). Cuando la espera parece «demasiado difícil» o «demasiado larga», podemos experimentar paz, porque la promesa de Dios se cumplirá.

De: Xochitl Dixon