«QUEBRADO» era el apodo de Gerardo, e incluso lo había grabado en la matrícula de su coche. Aunque no tenía un sentido espiritual, encajaba con este apostador, adúltero y engañador de mediana edad. Estaba quebrado, emocional y financieramente, y lejos de Dios. Sin embargo, todo eso cambió una noche cuando el Espíritu de Dios lo convenció de pecado. Esa noche, confesó pecados que pensó que se llevaría a la tumba y aceptó el perdón de Jesús. Durante los próximos 30 años, el hombre que no creía que llegaría a los 40 vivió y sirvió a Dios como un creyente en Jesús. Cambió sus matrículas de «QUEBRADO» a «ARREPENTIDO».

Arrepentimiento. Eso fue lo que hizo Gerardo, y es lo que Dios llamó a Israel a hacer en Oseas 14:1-2 (NVI). «Vuélvete, Israel, al Señor tu Dios. ¡Tu perversidad te ha hecho caer! […] vuélvete al Señor con este ruego: “Perdónanos nuestra perversidad, y recíbenos con benevolencia”». Grandes o pequeños, pocos o muchos, nuestros pecados nos separan de Dios. Pero la brecha se puede cerrar si nos volvemos de nuestro pecado a Dios y recibimos el perdón que nos proveyó por su gracia mediante la muerte de Jesús. No importa si eres un creyente en Cristo con muchos problemas o si tu vida se parece a la de Gerardo, tu perdón está a una oración de distancia.

De: Arthur Jackson