El partido de básquet de sexto grado ya había comenzado. Padres y abuelos alentaban a sus jugadores, mientras los hermanitos se entretenían en los pasillos de la escuela. De repente, sonaron las sirenas del estadio. Se habia encendido la alarma de incendios. De inmediato, los niños entraron corriendo al gimnasio llenos de pánico, buscando a sus padres.

No había ningún incendio; las alarmas se activaron accidentalmente. Pero mientras miraba, me impactó la forma en que los niños, percibiendo una crisis, corrieron sin vergüenza a abrazar a sus padres. ¡Qué imagen de la confianza en aquellos que podrían brindar una sensación de seguridad y protección en un momento de temor!

Las Escrituras presentan una ocasión en la que David experimentó un gran temor. Saúl y varios enemigos lo perseguían (2 Samuel 22:1). Cuando Dios lo puso a salvo, el agradecido hombre entonó una elocuente canción de alabanza por su ayuda. Llamó a Dios «mi roca y mi fortaleza, y mi libertador» (v. 2). Cuando «ligaduras del Seol [y] lazos de muerte» (v. 6) lo rodearon, clamó al Señor y fue oído (v. 7). Al final, proclamó: «Me libró» (vv. 18, 20).

En el temor y la incertidumbre, podemos correr a la «roca» (v. 32) e invocar el nombre de Dios, el único que brinda el refugio que necesitamos (vv. 2-3).

De: Dave Branon