Cuando estacionamos el auto en un campo abierto y lo cruzamos caminando para llegar a nuestra casa, casi siempre se nos pegan abrojos en la ropa; en especial, en otoño. Estos pequeños «viajeros», se adhieren a la ropa, los zapatos o cualquier cosa que pase, y viajen al próximo destino. Es la forma en que la naturaleza dispersa las semillas en mi campo y en todo el mundo.

Cuando trato de quitarlos con cuidado, a menudo pienso en el mensaje que exhorta a los creyentes a «[adherirse] a lo bueno» (Romanos 12:9). Intentar amar a otros puede ser un desafío. Sin embargo, a medida que el Espíritu Santo nos ayuda a aferrarnos a lo que es bueno con todo lo que tenemos, podemos resistir el mal y ser sinceros en nuestro amor (v. 9).

Las semillas de los abrojos no se desprenden con solo pasar la mano; se te pegan. Y cuando nos enfocamos en lo bueno, concentrados en la misericordia, la compasión y los mandatos de Dios, nosotros también —en su fuerza— podemos mantenernos firmemente adheridos a aquellos que amamos, priorizando sus necesidades.

Sí, los abrojos pueden ser un desafío, pero también me recuerdan adherirme a los demás con amor y, en el poder de Dios, aferrarme con firmeza «a lo bueno» (v. 9; ver Filipenses 4:8-9).