Las relaciones tóxicas son aquellas vinculaciones que, por diversos motivos y circunstancias, producen un sostenido proceso de desgaste, deterioro, agotamiento y afectación emocional y mental. Son relaciones que dañan, que restan energía y provocan inestabilidad.
Cuando este indeseable estado de cosas se produce como resultado de relaciones un poco más externas, la distancia o interrupción del contacto con ese tipo de personas, puede ser una solución válida y efectiva. Pero cuando las relaciones tóxicas provienen del contacto, en ocasiones inevitable, con personas muy cercanas de la familia -propia o del cónyuge- las cosas pueden tender a complicarse un poco más.
Hay parejas, por ejemplo, que inician su relación con bastante cuidado, respeto, paciencia, cariño y disposición. Pero, en ocasiones, con el tiempo, sus vínculos devienen en situaciones que se asemejan más a estados de co-dependencia que a relaciones asentadas en un amor saludable.
Pero también es frecuente encontrar relaciones deterioradas, conflictivas y de constante desgaste con miembros de la familia, con los cuales apenas si se logra mantener una tensa y lánguida comunicación. En estos casos, las relaciones pueden oscilar entre momentos de aparente calma y tolerancia junto con otros momentos de discusión y enfrentamiento.
¿Qué hacer con las relaciones tóxicas en la familia?
De acuerdo con muchos especialistas, las relaciones tóxicas en las familias se pueden presentan entre más rígidos sean esos hogares. En familias poco flexibles, es frecuente los usos y abusos de poder -de manera consciente e inconsciente-. Se supone que a nivel familiar nadie debería de sentirse amenazado o atacado deliberadamente, pero suele ocurrir que, entre algunos miembros de una misma familia, lamentablemente, se dan las envidias, las imposiciones, las interferencias y las confianzas abusivas. Cuando esto se da de manera constante o frecuente, entonces se está en presencia de una relación tóxica.
Frente a amigos, novios o aún parejas, las relaciones tóxicas se pueden cortar con menos dificultad. Pero cuando se producen entre hermanos, con suegros, cuñados, entre otros, las rupturas o alejamientos no son tan simples.
Bajo estas circunstancias, se recomienda, en primer lugar, establecer una relación fundamentada en el respeto mutuo. Se asume que entre esos dos miembros de la familia hay discrepancias y desacuerdos importantes de pensamiento y conducta, por lo que se debe evitar la discusión y confrontación. Se debe aprender a escuchar con paciencia y a respetar el desacuerdo, con el propósito de facilitar la convivencia familiar.
Además, se debe tener prudencia y respeto a la hora de expresar opiniones y puntos de vista sobre situaciones generales familiares. Medir muy bien las palabras y las expresiones para no lastimar más esas relaciones o tensar los momentos en donde ambos están presentes. Una tolerancia respetuosa, con una mesurada conversación, puede facilitar y aliviar el momento en vez de escalarlo a niveles de conflicto innecesarios.
En esos eventuales momentos donde se comparte en familia, aunque se mantenga una saludable distancia con la persona con la que no se tiene una muy buena relación, debe procurarse tener una actitud cordial, respetuosa y educada. Saludar con amabilidad, expresar las “gracias” o decir “por favor”, hacen aflojar el momento de tensión que quizás se estaba viviendo. Ese respeto, acompañado de paciencia, hacen prevalecer un clima de convivencia saludable para todos. Por el contrario, la impaciencia provoca actitudes impulsivas, expresiones apuradas e irreflexivas, conductas imprudentes y afectaciones mayores al entorno.
Aunque exista buena disposición y voluntad en una de las partes, pudiese ser que en la otra se mantenga el deseo de confrontar, irrumpir en la vida del primero o provocar, con comentarios e insinuaciones, su molestia o irritación, de manera continua y creciente. En estas circunstancias, la distancia y el evitar coincidir en la mayoría de las ocasiones, puede ser la recomendación más sensata.
En efecto, en casos muy extremos, en cuanto a las relaciones tóxicas familiares, puede ser conveniente evitarlas o asegurar una distancia aún mayor a la que se tenía en un primer momento. Podría ser menos desfavorable esta medida que la continuación o agravamiento de la tensión personal o familiar. Se trata de pasar bien el tiempo en familia, que los miembros del hogar se sientan seguros y satisfechos y en entornos amenos y positivos. Se trata de no tener que soportar de manera permanente relaciones que producen lesiones y afectaciones físicas, emocionales y mentales.
En la mayoría de las veces, las relaciones familiares podrán ser armoniosas, saludables, fuertes, funcionales y sostenibles, pero si en algunos casos se presentan relaciones tóxicas, éstas deben ser manejadas con responsabilidad, respeto y mucha sabiduría.