«Hijo, no tengo mucho para darte, pero sí tengo un buen nombre, así que no lo arruines». Estas sabias y poderosas palabras se las dijo Johnnie Bettis a su hijo Jerome cuando este dejó su casa para ir a la universidad. Jerome citó a su padre en el discurso de aceptación al Salón de la fama del fútbol americano profesional. Tal fue la influencia de esas sabias palabras que concluyó su cautivante alocución con una frase similar para su hijo: «Hijo, no hay mucho que pueda darte que sea más importante que nuestro buen nombre».
Un buen nombre es vital para los creyentes en Cristo. En Colosenses 3:12-17, Pablo nos recuerda a quién representamos. El carácter es como la ropa que vestimos; y este pasaje exhibe la «marca de Jesús»: «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, […] de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos […] y perdonándoos unos a otros […]. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor» (vv. 12-14). Esta no es solo nuestra «ropa de domingo», sino que debemos usarla en todos lados y todo el tiempo, a medida que Dios obra en nosotros para reflejarlo. Cuando estas cualidades nos caracterizan, demostramos que tenemos su nombre.
Que en oración y con cuidado representemos al Señor mientras Él nos provee lo que necesitamos.
De: Arthur Jackson