Después de que Hugh y DeeDee entregaron su único hijo al cielo, no sabían cómo llamarse. No hay una palabra específica en español para describir a los padres que pierden a un hijo. Una esposa sin su esposo es una viuda. Un esposo sin su esposa es un viudo. Un niño que no tiene padres es un huérfano. Un padre cuyo hijo ha muerto es un agujero de dolor indefinido.

Pérdida de un embarazo, muerte súbita, suicidio, enfermedad, accidente… la muerte roba a un hijo de este mundo, y luego, despoja a los padres sobrevivientes de una expresión de identidad.

Sin embargo, Dios comprendió tal dolor devastador cuando su único Hijo, Jesús, clamó a Él mientras moría en la cruz: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23:46). Dios era Padre antes del nacimiento terrenal de Jesús, y siguió siendo Padre cuando Jesús respiró por última vez. Continuó siendo Padre mientras el cuerpo inerte de su Hijo yacía en el sepulcro. Y hoy vive como Padre de un Hijo resucitado que brinda a los demás padres la esperanza de que un hijo puede vivir otra vez en Cristo.

¿Cómo llamas a un Padre celestial que sacrificó a su Hijo por ti y por mí? Padre. Sí, siempre Padre. Aunque el glosario del dolor no incluya palabras que definan la tristeza de un pérdida, Dios es nuestro Padre y nos llama sus hijos (1 Juan 3:1).

De: Elisa Morgan