En la ceremonia de graduación en una escuela secundaria, 608 estudiantes se preparaban para recibir su diploma. El director les pidió que se pusieran de pie cuando escucharan el país donde habían nacido: Afganistán, Bolivia, Bosnia… Siguió hasta nombrar sesenta países, y hasta que todos los alumnos se pusieron de pie, festejando. Sesenta países; una sola escuela.
La belleza de la unidad en medio de la diversidad fue una imagen poderosa que celebraba algo cercano al corazón de Dios: personas viviendo unidas.
El Salmo 133 le recuerda al pueblo los beneficios de vivir en armonía (v. 1), a pesar de las diferencias que podían causar división. Con imágenes vívidas, la unidad se describe como un rocío refrescante (v. 3) y el aceite usado para ungir a los sacerdotes (Éxodo 29:7). Juntas, estas imágenes señalan a la realidad de que, en la unidad, las bendiciones de Dios fluyen con tanta abundancia que no se pueden contener.
Para los creyentes en Jesús, más allá de las diferencias de etnia, nacionalidad o edad, hay una unidad más profunda en el Espíritu (Efesios 4:3). Cuando nos unimos y celebramos ese vínculo en común según Jesús nos guía, podemos abrazar las diferencias dadas por Dios y celebrar la fuente de la verdadera unidad.
De: Lisa M. Samra