«Nunca confíes en nadie que tenga más de 30 años de edad», dijo el joven ecologista Jack Weinberg, en 1964. Su comentario estereotipó a toda una generación, algo que Weinberg terminó lamentando. Al mirar atrás, declaró: «Algo que dije sin pensar […] se malinterpretó».

¿Escuchaste algún comentario despreciativo sobre los mileniales? ¿Y de los ancianos? Una mala disposición de una generación a otra puede ser muy hiriente. Tiene que haber algo mejor.

Aunque era un rey excelente, Ezequías mostró desinterés por otra generación. Cuando, en su juventud, fue atacado por una enfermedad terminal (2 Reyes 20:1), clamó a Dios por su vida (vv. 2-3), y Él le dio quince años más (v. 6).

Pero cuando Ezequías se enteró de la terrible noticia de que sus hijos serían llevados cautivos un día, no se mostró afligido (vv. 16-18). Pensó: «Habrá al menos paz y seguridad en mis días» (v. 19).

Dios nos llama a un amor que se atreve a cruzar las líneas que nos dividen. La generación mayor necesita el idealismo y la creatividad frescos de la más joven, la cual, a su vez, puede beneficiarse de la sabiduría y la experiencia de sus antecesores. No es momento de memes y eslóganes sarcásticos, sino de un intercambio reflexivo de ideas. Estamos todos juntos en esto.

De: Tim Gustafson