La escuela donde mi hijo Brian es entrenador de fútbol perdió el partido por el título estatal en una dura batalla. Hacía dos años que su oponente estaba invicto. Le envié un mensaje de texto para compadecerme de él y recibí una respuesta escueta: «¡Los chicos lucharon!».

Ningún entrenador avergonzó a los jugadores después del partido. Al contrario, los elogiaron por todo lo que se podía elogiar.

De manera similar, es bueno saber que los creyentes en Jesús no escucharán palabras duras de condenación de Él. Cuando Cristo venga y comparezcamos ante Él, no nos avergonzará. Verá lo que hemos hecho mientras lo seguíamos (2 Corintios 5:10; Efesios 6:8). Creo que dirá algo como: «¡Diste batalla! ¡Bien hecho!». El apóstol Pablo testificó que había «peleado la buena batalla» y esperaba con ansias que Dios le diera la bienvenida (2 Timoteo 4:7-8).

La vida es una lucha implacable contra un enemigo feroz que quiere destruirnos. Habrá algunas victorias buenas y algunas pérdidas desgarradoras (Dios sabe que sí), pero no habrá condenación eterna para los que están en Jesús (Romanos 8:1). Cuando estemos frente a Dios con los méritos de su Hijo, cada uno de nosotros «recibirá su alabanza de Dios» (1 Corintios 4:5).

De: David H. Roper