Cuando el resfriado de Juan se transformó en neumonía, terminó enviándolo al hospital. Al mismo tiempo, a su madre la estaban atendiendo por cáncer unos pisos más arriba, y se sentía abrumado por la preocupación. Entonces, en Nochebuena, en la radio sonó «Santa la noche», y Juan sintió que la paz de Dios lo inundaba. Escuchó cómo la canción anunciaba que era la noche en que nació el Salvador: «Una esperanza todo el mundo siente, la luz de un nuevo día sin igual». En ese momento, sus preocupaciones se desvanecieron.

Este Salvador que nos fue nacido, Jesús, es el «Príncipe de Paz», tal como Isaías profetizó (Isaías 9:6). Jesús cumplió la profecía cuando vino a la tierra como un bebé, trayendo luz y salvación a «los asentados en región de sombra de muerte» (Mateo 4:16; ver Isaías 9:2). Él es la personificación de la paz, y la brinda a aquellos a quienes ama, incluso cuando enfrentan pruebas y la muerte.

Allí en el hospital, Juan experimentó la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7), al meditar en el nacimiento de Jesús. Este encuentro con Dios fortaleció su fe y lo llenó de gratitud, mientras yacía en aquel cuarto estéril, lejos de su familia en Navidad. Que nosotros también recibamos el regalo de paz y esperanza de Dios.

De: Amy Boucher Pye