Mientras ayudaba a mi anciano perro Wilson a salir al césped, solté sin querer la correa de Coach, el más joven. Cuando me incliné para volver a tomarla, Coach salió disparando, arrancando la correa de mi mano y retorciéndome el dedo anular en el proceso. Caí al césped y grité del dolor.
Cuando me dijeron que necesitaba cirugía, le rogué a Dios que me ayudara. «¡Soy escritora! ¿Cómo tipearé? ¿Qué pasará con mis tareas cotidianas?». Como suele hacer, Dios me habló a través de mi lectura bíblica diaria. «Porque yo el Señor soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo» (Isaías 41:13). El contexto indicaba que el pueblo de Judá, al cual Isaías comunicaba el mensaje, disfrutaba de una relación especial con Dios. Él les había prometido su presencia, fortaleza y ayuda mediante su justicia, simbolizada por su diestra (v. 10). En otras partes de la Escritura, la diestra de Dios se usa para garantizar victorias para su pueblo (Salmos 17:7; 98:1).
Durante mis semanas de recuperación, experimenté ánimo de Dios mientras aprendía a dictarle a mi computadora y usaba más la mano izquierda. Desde la diestra justa de Dios hasta nuestra mano derecha rota y necesitada, Dios promete acompañarnos y ayudarnos.
De: Elisa Morgan