Cuando el buscador de oro John Walker fue a California durante la Gran Fiebre del Oro en Estados Unidos, escribió a modo de advertencia: «Es la lotería más grande que alguien se pueda imaginar […]. No le recomiendo a nadie que venga».
En realidad, Walker volvió a su casa y tuvo éxito en la agricultura, la ganadería y la política estatal. Cuando un miembro de la familia llevó las cartas amarillentas de Walker a un programa de televisión, las tasaron en miles de dólares. El conductor del programa dijo: «Entonces sí sacó algo valioso de la Fiebre del Oro: las cartas».
Walker regreso a su casa después de haber adquirido una sabiduría que lo llevó a adoptar una vida más práctica. Considera estas palabras del rey Salomón sobre la sabiduría: «Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría […]. Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano» (Proverbios 3:13, 18). Una decisión sabia es «mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino» (v. 14), y más preciosa que cualquier cosa que podamos desear en la tierra.
Entonces, nuestro desafío es aferrarnos a la sabiduría, no a deseos deslumbrantes. Es un camino que Dios bendecirá.
De: Patricia Raybon