Michellan enfrentaba desafíos mientras crecía en las Filipinas, pero siempre amó las palabras y encontraba consuelo en ellas. Un día, cuando asistía a la universidad, leyó el primer capítulo del Evangelio de Juan, y su «corazón de piedra se sacudió». Sintió como que alguien le decía: «Sí, tú amas las palabras, y adivina qué. Hay un Verbo eterno, Uno que […] puede disipar la oscuridad, ahora y siempre. Un Verbo que tomó forma de carne. Un Verbo que puede amarte».
Leía el Evangelio que empieza con palabras que tal vez les recordaba a los lectores de Juan el comienzo de Génesis: «En el principio…» (1:1). Juan quería demostrar que Jesús no solo estaba con Dios en el principio del tiempo sino que era Dios (Juan 1:1). Y ese Verbo viviente se hizo hombre «y habitó entre nosotros» (v. 14). Además, los que lo reciben y creen en su nombre, se convierten en hijos de Dios (v. 12).
Michellan aceptó el amor de Jesús aquel día y nació de Dios (v. 13). Ahora escribe sobre la buena noticia de Cristo, deleitándose en compartir sus palabras sobre el Verbo viviente.
Si creemos en Cristo, nosotros también podemos compartir el mensaje del amor de Dios. ¿Qué palabras llenas de gracia podemos expresar durante este nuevo año?
De: Amy Boucher Pye