«ESCÁPATE», anuncia el cartel brillante de la tienda de jacuzzis. Capta mi atención y me hace pensar. Con mi esposa, hablamos de comprar uno… algún día. ¡Sería como estar de vacaciones en el patio de casa! Excepto por la limpieza y la factura de electricidad. Entonces, de repente, la escapada anhelada comienza a sonar como algo de lo cual necesito escapar.

Aun así, esa palabra es tan tentadora porque promete algo que queremos: alivio, comodidad, seguridad… escapar. Nuestra cultura nos tienta de muchas maneras a hacerlo. Ahora bien, no hay nada malo en descansar o en unas vacaciones en un lugar hermoso, pero hay una diferencia entre escapar de las dificultades de la vida y confiar en Dios en ellas.

En Juan 16, Jesús les resume a sus discípulos que lo que les sobrevendrá probará su fe: «En el mundo tendréis aflicción». Pero luego agrega esta promesa: «pero confiad, yo he vencido al mundo». No quería que se hundieran en la desesperación. En cambio, los invitaba a confiar en Él y en el descanso que ofrecía: «Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz» (v. 33).

Jesús no nos promete una vida libre de dolor, pero sí da su palabra de que, si confiamos en Él, experimentaremos una paz más profunda y satisfactoria que cualquier escapada que el mundo trate de ofrecernos.

De: Adam R. Holz