En 1929, cuando la economía estadounidense colapsó, millones de personas perdieron todo. Pero Floyd Odlum no. Cuando todos vendían sus acciones a precios sumamente bajos, Odlum pareció actuar como un necio al comprarlas, pero esa «perspectiva» necia dio su fruto al generar enormes inversiones que duraron décadas.
Dios le dijo a Jeremías que hiciera una inversión aparentemente absurda: «Compra [la heredad, que está en Anatot en tierra de Benjamín» (Jeremías 32:8). Pero no era momento de comprar campos, ya que la nación estaba por ser saqueada: «el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén» (v. 2); y lo que el profeta comprara sería en breve de Babilonia. ¿Quién sería tan necio de invertir cuando todo se perdería?
Claro, aquel que escucha al Dios que planeaba un futuro que nadie más podía ver: «así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Aún se comprarán casas, heredades y viñas en esta tierra» (v. 15). El Señor veía más allá de la ruina, y prometió dar salvación y restauración. Una inversión absurda en un servicio para Dios no es necia, sino lo más sabio cuando Él nos guía a hacerla. Con su guía, una inversión «necia» en otras personas tiene el mayor de los sentidos.
De: Winn Collier