«¿Ve eso?». El relojero iluminó una marca delgada y pequeña grabada dentro del antiguo reloj del abuelo, en el que estaba trabajando en casa. «Es probable que otro relojero haya puesto esa marca hace casi un siglo —dijo—. Se llama “marca testigo”, y me ayuda a saber cómo ajustar el mecanismo».

Antes de la era de los manuales técnicos y de reparación, las «marcas testigo» se usaban para ayudar a la persona que haría una reparación en el futuro a alinear con precisión las partes móviles. Eran más que recordatorios para ahorrar tiempo; solían dejarse como una simple acción bondadosa hacia el próximo que hiciera el trabajo.

La Biblia nos alienta a dejar nuestras propias «marcas testigo» al servir a otros en nuestro mundo roto. Pablo le escribió a la iglesia en Roma: «Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación» (Romanos 15:2). Este es el ejemplo de nuestro Dios, quien da «paciencia y […] consolación» (v. 5). Se trata de ser un buen ciudadano, tanto en la tierra como en el cielo.

Nuestras «marcas testigo» tal vez parezcan insignificantes, pero pueden hacer una diferencia vital en la vida de alguien. Una palabra alentadora, una ayuda financiera a un necesitado y un oído atento son actos bondadosos que impactan para siempre.

De: James Banks