Ludmilla, una viuda de 82 años de edad, declaró su casa en República Checa una «Embajada del Reino de los Cielos», diciendo: «Mi casa es una extensión del reino de Dios». Recibe a amigos y extraños afligidos que necesitan afecto y hospitalidad, dándoles a veces comida y un lugar para dormir; siempre con un espíritu compasivo y de oración, dependiendo de la guía del Espíritu Santo y deleitándose en cómo responde Dios sus oraciones.

Ludmilla sirve a Cristo con su corazón y casa abiertos, a diferencia del destacado líder religioso en cuya casa comió Jesús un día de reposo. Jesús le dijo a este maestro de la ley que debía recibir en su casa «a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos» (Lucas 14:13). Mientras que los comentarios de Jesús implicaban que la soberbia del fariseo lo llevó a recibirlo (v. 12), muchos años después, Ludmilla invita a personas a su casa para poder ser «un instrumento del amor de Dios y su sabiduría».

Servir a otros con humildad es una manera de ser «representantes del reino de los cielos», como dice ella. Ya sea que podamos ofrecer una cama a los extraños o no, sí podemos poner las necesidades de los demás por encima de las nuestras de formas diferentes y creativas. ¿Cómo extenderemos el reino de Dios en nuestra parte del mundo hoy?