Ser mamá es emprender uno de los viajes más hermosos de la vida, que demanda de nosotras no solo amor, sino también tiempo, atención, un espíritu enseñable, paciencia, empatía, tolerancia y una enorme capacidad de perdonar.
Como madres, si nos preguntáramos cuál es el momento o la etapa en la que nuestros hijos más nos necesitan, sin lugar a dudas, la respuesta sería: ; porque cada una implica para ellos un desafío diferente que contribuye a su formación.
Cuando el niño es recién nacido y hasta los 18 meses es un ser totalmente indefenso, que necesita del adulto para realizar sus funciones básicas, debe ser atendido en todos los sentidos y desde ese momento empieza a sentirse amado, aceptado y cuidado.
De 2 a 7 años
Entre los 2 y los 7 años, los niños están en su “modo aprendizaje”, donde todo es nuevo para ellos, y cada día descubren palabras, emociones, texturas y situaciones a las que no se habían visto expuestos antes. Es vital que nos involucremos con ellos y contestemos las preguntas que tienden a repetir una y mil veces.
En esta etapa aprenden jugando, así que cuando llegue a casa destine un momento para jugar con ellos, al hacerlo, no piense que pierde el tiempo; por el contrario está ayudándolos en su desarrollo, además que es una hermosa oportunidad para escuchar sus dudas, temores e historietas.
Si tiene un hijo varón y una mujer estará aprendiendo que cada uno tiene una forma de relacionarse diferente, y aunque todos salieron de su barriga cada uno tiene una individualidad, aunque sean gemelos o mellizos, que tendrá que descubrir.
Si tiene varios hijos cada uno debe saberse único y especial; no intente que sean sus copias o que hagan aquello que usted no logró realizar en el pasado. Analice, fortalezca y desarrolle sus habilidades individualmente.
Es en esta etapa donde el niño asienta su consciencia de quién es, forma una percepción de sí mimo y de su autoestima. Para que se desarrolle saludablemente asegúrese de que:
- Se sienta un ser capaz, así que no haga por él, lo que puede realizar por sí mismo.
- Sepa que pertenece a una familia y que es importante dentro de ella,
- Comprenda y canalice sus emociones de manera correcta; las rabietas de esta edad son grandes oportunidades para enseñarle a manejar sus emociones, pero para eso nosotras debemos aprender a controlarnos primero.
Como vemos para todo esto, el menor necesita que sus padres y su familia extendida (abuelos, tíos) estén comprometidos con su desarrollo.
De 7 a 13 años
Luego viene la etapa entre los 7 y los 13 años donde los niños son vulnerables a las palabras de los demás y tienen el deseo ferviente de pertenecer a un grupo, de allí que es vital que en la etapa anterior hayan desarrollado un concepto correcto de ellos mismos, ya que aquí se verán envueltos en las presiones de su entorno y harán lo que sea por sentirse incluidos.
Hable a sus hijos claramente de los diferentes peligros a los que están expuestos, así tendrán información veraz y no solamente las apreciaciones u opiniones de sus amigos. Las conversaciones cortas de los diferentes tópicos a la hora de cenar, son una excelente alternativa.
Comparta tiempo con tus hijos en actividades que a ellos les divierta, esto te ayudará a fomentar la comunicación y la unidad que tanto necesitarás en la siguiente etapa.
De 13 a 18 años
Entre los 13 y los 18 ellos se sienten independientes, toman sus propias decisiones y empiezan a sentir las primeras pinceladas del amor, por lo que como madres debemos estar atentas para que, sin juzgar, podamos guiarlos correctamente, dando consejos cortos y prácticos, sin que suenen a sermones interminables.
Vuélvase una madre confiable. La adolescencia trae para ellos muchos cambios hormonales, así que como madres debemos aprender a relajarnos un poco y tener buen sentido del humor, sin que llevemos todo al extremo.
Como vemos cada etapa tiene su encanto y sus desafíos, pero absolutamente todas son maravillosas.
El tiempo pasa muy rápido y cuando menos lo pensamos, nuestros pequeños bebés ya estarán ingresando a la universidad y al mundo laboral, así que decida no perderse nada de ellos, disfrute cada etapa y aprenda con ellos, pues sin lugar a dudas los hijos son nuestros mejores maestros.
Si ya es abuela atesore los momentos junto a sus nietos, ría con ellos y aproveche para contarles esas historias y heridas de guerra que hoy los hacen fuertes como familia. Sin que ellos perciban las historias como tragedias, es necesario que los niños y los jóvenes sepan de dónde vienen y cómo se ha ido forjando el camino hasta llegar a ellos. Esto también marcará sus vidas.
Ser mamá es el desafío más maravilloso de la vida, aprender a educar con amor y firmeza a la vez demanda que aprendamos nuevas destrezas, que forjemos un estilo de crianza diferente al que tuvimos, quizás un poco autoritario o muy permisivo.
El equilibrio es la clave, nuestros hijos necesitan amor, afecto, pero también límites y una dirección clara. Formarlos con valores, en respeto y con autoridad es posible!
Plato de virtudes de una mamá:
Afecto, palabras de afirmación, ejemplo, alegría, respeto, pudor, tiempo, comunicación, control emocional, perdón, tolerancia, empatía, humildad.