Carlos y Alicia tuvieron una luna de miel maravillosa, pero, cuando volvieron a casa, descubrieron que él tenía un sarpullido extraño. Unos pequeños parásitos se le habían metido en los pies a través de ampollas provocadas por sus chancletas nuevas. Lo que empezó como una vacación de ensueño terminó en una batalla contra «huéspedes» indeseados.
David sabía que, si no le pedía ayuda a Dios para luchar contra su pecado, su sueño de llevar una vida agradable a Él se transformaría en una batalla con los huéspedes indeseados del pecado y la rebelión. Después de declarar cómo Dios se revela en el mundo natural (Salmo 19:1-6) y cómo su sabiduría se halla en su instrucción (vv. 7-10), le pidió al Señor que lo protegiera de la desobediencia. «Líbrame de los [pecados] que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias», escribió (vv. 12-13). Reconoció no tener los recursos para evitar que la enfermedad infecciosa del pecado lo afectara y le pidió ayuda a Dios.
¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestro sueño de vivir de manera que honre a Dios no termine secuestrado por el pecado? Mantengamos los ojos en Él, confesemos el pecado y arrepintámonos. Con la ayuda divina, evitemos que los parásitos espirituales indeseados se escondan en nuestra vida.
De: Marvin Williams