La bolsa de papas fritas era pequeña, pero le enseñó una gran lección a una misionera norteamericana. Una noche, mientras trabajaba en República Dominicana, llegó a una reunión de la iglesia y, cuando abrió su bolsa de papas, una mujer que apenas conocía extendió la mano y se sirvió algunas. Otros también lo hicieron.
Qué maleducados, pensó la misionera. Entonces, se dio cuenta de algo aleccionador. Todavía no entendía la cultura a la cual había ido a servir. En vez del énfasis en el individualismo que había en Estados Unidos, aprendió que la vida en República Dominicana se desarrolla en comunidad. Su forma de hacer las cosas no era mejor sino tan solo diferente. Cuando empezó a reconocer sus propios prejuicios, también descubrió que compartir en humildad con otros la ayudaba a servirlos mejor.
Pedro les enseñó esta lección a los líderes de la iglesia: trátense unos a otros con humildad. Aconsejó a los líderes que no se enseñorearan «sobre los que están a [su] cuidado» (1 Pedro 5:3). ¿Y a los más jóvenes? «Estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad» (v. 5). Y declaró: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes». Que Él nos ayude a vivir humildemente ante Él y los demás hoy.
De: Patricia Raybon