Las primeras horas de la mañana pueden ser dolorosas para mi amiga Alma, una madre soltera con dos hijos. Ella dice: «Cuando todo está en silencio, las preocupaciones salen a luz».
Cuando su esposo la abandonó, Alma cargó con la responsabilidad de criar a sus hijos sola. «Es difícil —comenta—, pero sé que Dios nos ve a mí y a mi familia. Me da la fuerza para mantener dos trabajos, provee para nuestras necesidades y permite que mis hijos experimenten su guía todos los días».
Agar, una sierva egipcia, entendía lo que era que Dios te vea. Después de quedar embarazada de Abram, empezó a despreciar a Sarai (Génesis 16:4), la cual, a su vez, la maltrataba e hizo que huyera al desierto. Agar se encontró sola, frente a un futuro sombrío y sin esperanza para ella y su hijo.
Sin embargo, fue en el desierto que «la halló el ángel del Señor» (v. 7) y le dijo: «el Señor ha oído tu aflicción» (v. 11). El ángel de Dios le dijo a Agar qué hacer y le dio garantías para el futuro. Ella nos enseña uno de los nombres de Dios: El Roi: el «Dios que ve» (v. 13).
Al igual que Agar, tal vez te encuentres en una situación difícil, y te sientas perdido y solo. Pero recuerda que, aun en medio del desierto, Dios te ve y quiere guiarte.
De: Karen Huang