Zach Elder y sus amigos llegaron a la costa después de 25 días de hacer rafting por el Gran Cañón del Colorado. El hombre que los recibió les comentó sobre la COVID-19, y pensaron que era una broma. Pero sus teléfonos comenzaron a recibir mensajes urgentes de sus padres. Los muchachos quedaron atónitos. Querían poder volver al río y escapar de lo que ahora sabían.
En un mundo caído, el conocimiento suele generar dolor. El sabio Predicador de Eclesiastés señaló: «Porque en la mucha sabiduría hay mucha frustración y quien añade conocimiento añade dolor» (1:18 RVA-2015). ¿Quién no ha envidiado la dichosa ignorancia de un niño? No conoce de racismo, violencia ni cáncer. ¿No éramos más felices antes de crecer y percibir nuestras debilidades y vicios? ¿Antes de enterarnos de los secretos de nuestra familia?
El dolor del conocimiento no se puede retrotraer. Una vez que sabes algo, es inútil fingir que no lo sabes. Pero hay un conocimiento mayor que nos capacita para soportar, e incluso seguir luchando. Jesucristo es la Palabra de Dios, la Luz que brilla en nuestra oscuridad (Juan 1:1-5), «el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención» (1 Corintios 1:30). Tu dolor es la razón de acudir a Él, que te conoce y se interesa por ti.
De: Mike Wittmer