Un hombre y varios amigos entraron en un centro de esquí que tenía un cartel con advertencia de avalancha y empezaron a tirarse por las laderas. La segunda vez que bajaban, alguien gritó: «¡Avalancha!». Pero el hombre no pudo escapar y murió en medio de la nieve. Alguien lo criticó y dijo que era un novato. Pero no era así; era un «guía rural certificado en avalanchas». Un investigador dijo que los esquiadores más expertos son los más propensos a llegar a deducciones erradas: «[El esquiador] murió porque se confió demasiado y bajó la guardia».

Mientras Israel se preparaba para ir a la tierra prometida, Dios quería que no bajara la guardia, que tuviera cuidado y se mantuviera alerta. Por eso, le mandó que obedeciera «los estatutos y decretos» (Deuteronomio 4:1-2) y recordara su juicio pasado por causa de la desobediencia (vv. 3-4). Debía tener cuidado y guardar su alma «con diligencia» (v. 9). Esto lo ayudaría a protegerse contra los peligros espirituales externos y la apatía espiritual interna.

Es fácil bajar la guardia y caer en la apatía y el autoengaño. Pero Dios puede ayudarnos a no tropezar, y darnos perdón y gracia cuando lo hacemos. Al seguirlo y descansar en su sabiduría y provisión, ¡podemos mantenernos alertas y tomar buenas decisiones!

De: Marvin Williams