Pollo a la barbacoa, frijoles, espagueti, panecillos. En un frío día de otoño, al menos 54 personas sin hogar recibieron esta comida caliente de parte de una mujer que celebraba 54 años de vida. La mujer y sus amigos decidieron renunciar a la cena habitual de cumpleaños en un restaurante, y en cambio, cocinar y servir a personas en las calles de Chicago.
Esta historia me recuerda las palabras de Jesús en Mateo 25: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». Pronunció estas palabras después de declarar que sus ovejas serán invitadas a su reino eterno para recibir su herencia (vv. 33-34). En ese momento, Jesús reconocerá que ellas fueron las que lo alimentaron y lo vistieron debido a su fe genuina en Él (a diferencia de los religiosos llenos de orgullo que no creyeron en Él); (ver 26:3-5). Aunque los «justos» preguntarán cuándo lo alimentaron o lo vistieron (25:37), Jesús les asegurará que lo que hicieron por otros también lo hicieron por Él (v. 40).
Alimentar a los hambrientos es tan solo una manera en la que Dios nos ayuda a cuidar a su pueblo, al mostrar nuestro amor por Él y nuestra relación con Él. Que el Señor nos ayude a suplir las necesidades de otros hoy.