Me estaba hundiendo en una siesta improvisada cuando salté de golpe. Desde el sótano, mi hijo rasgó un acorde en su guitarra eléctrica. Las paredes temblaron. Adios paz. Adios silencio. Adiós siesta. Poco después, una música rival suavizó mis oídos: mi hija tocando «Sublime gracia» en el piano.

Por lo general, me encanta la música en guitarra de mi hijo, pero, en ese momento, me sacudió. Al instante, las notas del himno de John Newton me recordaron que la gracia prevalece en medio del caos. Sin importar lo fuerte, indeseadas o desorientadoras que sean las tormentas de la vida, las notas de gracia de Dios suenan claras y limpias, recordándonos que Él nos protege.

Vemos esta realidad en las Escrituras. En el Salmo 107:23-32, los navegantes luchan esforzados contra una vorágine que podía devorarlos fácilmente: «Sus almas se derriten con el mal» (v. 26). Aun así, no desesperaron sino que «[clamaron al Señor en su angustia, y los [libró] de sus aflicciones» (v. 28). Finalmente, leemos: «Luego se [alegraron], porque se apaciguaron; y así los [guio] al puerto que desean» (v. 30).

En momentos caóticos, un torrente de temor puede atormentar nuestra alma. Pero al confiar en Dios y orar a Él, experimentamos la gracia de su presencia y el solaz de su inmutable amor.

De: Adam R. Holz