Hace muchos años, una amiga me dijo lo atemorizada que se sintió al intentar cruzar la calle en una intersección de varios caminos. «Nunca había visto algo así. Estaba tan aterrada que esperé, subí a un autobús y le pregunté al conductor si me permitía pasar al otro lado de la calle. Me llevaría mucho tiempo antes de aprender a cruzar con éxito esa intersección; primero, como peatona, y más adelante, como conductora».

Por más complicado que pueda ser un vial de cruce, manejar las complejidades de la vida puede ser aún más amenazante. Aunque la situación específica del salmista en el Salmo 118 se desconoce, sabemos que era difícil y que requería la oración: «Desde la angustia invoqué al Señor» (v. 5), exclamó el salmista. Y su confianza en Dios era inconfundible: «El Señor está conmigo; no temeré […]. El Señor está conmigo entre los que me ayudan» (vv. 6-7).

Muchas veces, sentimos temor cuando tenemos que cambiar de trabajo, de escuela o de vivienda. La ansiedad sube cuando la salud se deteriora, las relaciones cambian o el dinero desaparece. Pero no tenemos que interpretar estos desafíos como abandono por parte de Dios. Cuando la angustia es grande, que podemos buscar más la presencia del Señor en oración.

De: Arthur Jackson