El autor y teólogo Russell Moore describió sentir un silencio inquietante en el orfanato ruso cuando quitó a sus hijos. Más adelante, alguien mostró que los bebés habían dejado de llorar porque se habían dado cuenta de que nadie respondía.
En tiempos difíciles, nosotros también podemos sentir que nadie nos escucha. Y lo peor de todo es que podemos sentir que Dios mismo no escucha nuestro clamor ni nuestras ve lágrimas. Sin embargo, ¡sí lo hace! Y por eso necesitamos las palabras de petición y protesta que encontramos especialmente en el libro de Salmos. Los salmistas le piden ayuda a Dios y también protestan sobre su situación ante Él. En el Salmo 61, David lleva sus peticiones y protestas ante su Creador, afirmando: «clamaré a ti, cuando mi corazón se desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo» (v. 2). David clama a Dios porque sabe que solo Él es su «refugio» y «torre fuerte» (v. 3).
Orar las peticiones y las protestas de los salmos es una manera de afirmar la soberanía de Dios, y apelar a su bondad y fidelidad. Estas son pruebas de la relación íntima que podemos experimentar con Dios. En momentos difíciles, podemos vernos tentados a creer la mentira de que a Él no le importa. Pero sí le importa. El Señor nos escucha y está con nosotros.