En la sociedad, el corazón que late, y del que brota la vida, es la familia. Si ese corazón está débil y enfermo, la vida misma está en riesgo. Por eso la sociedad debe guardar ante todo su corazón, la familia, para que pueda tener una existencia fuerte, saludable y provechosa.
El experto español, Ignacio Socías, director de la Internatiomal Federation for Family Development, compartió recientemente una definición muy acertada de familia: “Aquel lugar, ambiente o entorno, donde se origina la vida; donde, además, el amor no termina nunca; donde hay continuidad en esa relación”. El Dr. Socias se refiere fundamentalmente a que los problemas de la sociedad actual parten de un debilitamiento de esas características de la familia.
Y es que de alguna manera, cuando se ha reconocido a la familia como el fundamento de la sociedad, se advierte implícitamente que su menoscabo implicaría de forma tácita un debilitamiento o crisis en la sociedad.
La familia es el corazón de la sociedad, su salud y bienestar son fundamentales para todos. La familia cumple funciones naturales que le traen elevados beneficios al bien común. Por medio de matrimonios sólidos y estables, posibilita la procreación y la trascendencia generacional; por medio de entornos saludables, armoniosos y donde prevalezca la corresponsabilidad familiar, se obtienen los mejores espacios para el cuidado, la crianza y la educación de los hijos.
Así mismo, es en la familia donde se produce el proceso primario de socialización, donde se adquieren hábitos y costumbres, los valores y la identificación cultural. La familia, además, es la unidad económica básica, donde se originan y actúan las primeras dinámicas de ingreso, consumo, ahorro e inversión; es decir, donde se adquieren las pautas de comportamiento y expresión de la cultura financiera de una sociedad.
Por eso es que es tan importante la familia en una sociedad. El escritor francés del siglo XIX, Víctor Hugo, señalaba que “…la familia es el espejo de la sociedad”. Y, en efecto, si se quiere conocer el estado de la sociedad en diversos aspectos, sería conveniente examinar el estado de las familias, sus conformaciones y dinámicas, la situación en que se encuentran, sus fortalezas y debilidades. De igual forma, si se pretende mejorar algunos ámbitos de la sociedad, los expertos en políticas sociales recomiendan empezar por atender y resolver las problemáticas que ocurren a nivel doméstico y comunitario.
Lo que las familias no logren atender apropiadamente como parte de sus funciones naturales, el Estado deberá asumirlo posteriormente, convertido en problemas más severos y complejos a nivel social. Un ejemplo de esto lo constituye el hecho de que, en algunos países de América Latina, las familias actuales tienen menos hijos y sean más pequeñas. Esta situación ocurrida como un cambio al interior de las familias, ha significado también una transformación en la sociedad, reflejada en una baja importante en las tasas de natalidad y un envejecimiento notorio de la población.
Otro ejemplo significativo se encuentra en el hecho de que las madres se han incorporado paulatinamente al mundo profesional y laboral, con sus efectos directos en la forma en que se atendían tradicionalmente las responsabilidades del cuidado, crianza y educación de los hijos.
Estos cambios han llevado a que el Estado tenga que participar más activamente, ofreciendo alternativas de cuidado y atención para los menores y dependientes de los hogares. Una vez más, los expertos recomiendan, políticas públicas con perspectiva de familia (impulso de la corresponsabilidad familiar, programas de conciliación trabajo y familia, una adecuada ética empresarial, una nueva concepción de la maternidad y paternidad, etc.) para atender estos desafíos sociales del mundo actual.
Como hemos visto, si las familias son estables, funcionales, saludables y sostenibles, la sociedad también lo será. El corazón de una sociedad late en la familia. Es imprescindible tener conciencia de que la vida de una sociedad depende de que sus familias sean fuertes y saludables.