En 2010, James Ward creó el blog «Me gusta lo aburrido», y lanzó la llamada «conferencia aburrida»: un día de celebración de lo rutinario, lo común y lo pasado por alto. Los oradores ya han hablado de temas aparentemente insignificantes, como estornudos, sonidos de máquinas expendedoras y antiguas impresoras a tinta. Ward sabe que pueden ser temas aburridos, pero los oradores los vuelven interesantes, significativos e, incluso, alegres.
Hace siglos, Salomón, el rey más sabio, se lanzó a la búsqueda de alegría en lo insignificante y terrenal: trabajo, ganado, riqueza, cantores y construcciones (Eclesiastés 2:4-9). Algunas de estas búsquedas eran dignas, y otras, no. Finalmente, lo único que encontró en ellas fue aburrimiento (v. 11). Su cosmovisión no se extendía más allá de los límites de la experiencia humana, y dejaba fuera a Dios. Sin embargo, al final se dio cuenta de que solo disfrutaría de lo terrenal cuando recordara y adorara a al Señor (12:1-7).
Cuando estemos envueltos en el torbellino de la monotonía, lancemos nuestra propia miniconferencia diaria, acordándonos de nuestro Creador (v. 1), quien llena lo rutinario de significado. Al recordarlo y adorarlo, nos maravillará lo común, agradeceremos por lo rutinario y nos alegraremos de lo aparentemente insignificante.
De: Marvin Williams